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poema de ruth salles
Basado en la leyenda minera
Érase una vez Nuestra Señora
caminando al amanecer
esperando siempre a Jesús;
y, siguiendo por el campo,
en flores blancas esparcidas
fijó sus ojos azules.
Y lloré, lloré,
porque su Hijo estaba lejos:
“Qué difícil pasar el día…”
Y muchas lágrimas de anhelo
rocío en ese instante
cada flor blanca que se abrió.
Así es como el nomeolvides blanco
coloreado en la luz clara
del azul de los ojos de María.
“Oh, hijo mío, quiero que vuelvas.
¡No me olvides, Jesús!"
eso es lo que dijo el santo allí.
Y el nomeolvides, solo por eso,
También se llama nomeolvides,
porque entendía ese dolor.
¿Y no sabías eso?
Pues será suficiente para que alguien se lo merezca
y, con sólo amar, tendrá más color.
***