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Contado por Ruth Salles
– Érase una vez dos ancianos:
Isabel y Zacarías.
Allá en lo alto de la montaña
tenían su casa.
Y San Juan, su hijito,
pronto, pronto nacería.
Y he aquí, en aquellos tiempos,
la santa virgen maria
fue a visitar, en la montaña,
Isabel y Zacarías.
“Bendita seas, prima mía”,
Isabel ya se lo había dicho;
y vi una luz del cielo
que descendió sobre el santo.
“Mi alma se glorifica
¡El Señor!”, dijo María,
y le pregunto a Isabel
cuando nacería Juan.
Isabel te prometió
que tan pronto como nació,
le advirtió a María
encendiendo un fuego,
brillante como el día,
allá en lo alto de la montaña,
y junto al fuego,
levantaría un mástil.
Por eso, desde entonces,
tenemos mastil y fuego
en las noches de San Juan.
***