por Ruth Salles
La meditación llamada Foundation Stone, de Rudolf Steiner, se refiere a los corazones pobres de los pastores y las cabezas sabias de los reyes. La expresión pobre corazón de los pastores está ligada a la línea de los contemplativos, frente a la línea reflexiva, conclusiva, de los sabios jefes de los reyes, de los que transitan el camino de los sabios magos. Los magos estudiaron las estrellas, concluyeron el tiempo del nacimiento del Mesías, luego viajaron a Belén. Los pastores ya estaban en el campo, mirando distraídos las estrellas, aun sin verlas, cuando les llega la revelación del ángel, es decir, el rostro de Dios (los ángeles) se quita el velo, se descubre. Es el significado de la palabra descubrimiento. Y los pastores oyen: "Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor... encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Simplemente corren y encuentran al niño.
El evangelio de Lucas muestra este camino, el de la contemplación; la de Mateo muestra la otra, la de la sabiduría. Lucas habla solo de pastores, Mateo solo habla de magos. Así, cada uno de estos evangelios muestra un camino del pensamiento humano, que no proviene de una elección, sino de la tendencia de cada uno. En el corazón pobre de los pastores, la palabra pobre no se refiere a la pobreza material, sino al vaciamiento de la mente contemplativa, que deja de lado los juicios propios y ajenos, la riqueza acumulada de ideas prefabricadas, y se hace pobre – con una “billetera vacía”, digamos, dejando espacio para lo nuevo.
Todo este preámbulo era para decir que mi camino es el de los corazones pobres de los pastores, ya que muchas veces me encuentro mirando la nada, distraído. De hecho, ahora me imaginaba a la Nada diciéndome indignada: “En mí lo contengo todo. ¿Cómo me llamo Nada? En uno de esos momentos de mirar sin ver, acababa de leer un artículo de Miguel Reale sobre la Humildad. En él el autor cita las definiciones de esta palabra que se encuentran en dos diccionarios. El de Caldas Aulete dice: “Virtud con que manifestamos el sentimiento de nuestra debilidad o de nuestro poco o ningún mérito”. Antônio Houaiss dice: “Virtud caracterizada por la conciencia de las propias limitaciones, o sentimiento de debilidad, de inferioridad en relación a alguien o algo”. Así que fui a consultar a Aurélio. Y ahí estaba: “Virtud que nos da el sentimiento de nuestra debilidad”.
Pero la virtud... la virtud es una predisposición a hacer siempre el bien. El uso de esta palabra en la definición de humildad parece provenir del intento bien intencionado de imponer el buen comportamiento a los hombres. Humildad... humildad... Y entonces miré a la Nada -por cierto, a la Nada que lo contiene Todo- y la palabra tiró un poco del manto que la cubría.
La humildad viene de humus – tierra. La humildad es el resultado de la realización de nuestra falibilidad, porque, a pesar de nuestra mente altiva y pensante, seguimos sujetos a la tierra, a lo mineral en los componentes de nuestro cuerpo, a lo vegetal en el funcionamiento de nuestro organismo, a lo animal en impulsos, apetitos, emociones. Somos falibles hasta dentro de nuestras limitaciones (citado en Houaiss) y hasta dentro de nuestros méritos (citado en Aulete), méritos que tenemos, sí, siempre los tenemos. Ah, nuestros pies, por así decirlo, están anclados a la tierra -humus- por la fuerza de la gravedad. La fuerza de la gravedad parece incluso la risa de la Naturaleza ante la soberbia del ser humano pensante.
Miré de nuevo a la Nada que contiene Todo y vi que la humildad es aún más simple que eso. Es simplemente una condición, o cualidad, del hombre atrapado en la situación de ser terrestre. Por eso humillar es rebajar, destruir, es decir, dejar al otro abajo, superficial, en el suelo, todo lo que tiene que ver con el humus.
Ahora bien, virtud es, considerándose falible, y por tanto humilde, no juzgar las acciones falibles de los demás. Juzgar, sólo en el sentido de considerar, apreciar con el propio juicio, pero no en el sentido de condenar, antagonizar o atacar las faltas de los demás con nuestra limitada comprensión de todo. De hecho, esta falibilidad del hombre como ser terrestre es graciosa: el animal no daña la armonía del universo, ni el vegetal ni el mineral. Sólo el ser humano pensante. ¿Porque sera?
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