Introducción al diseño de formas.
Dibujar formas es una actividad pedagógica creada por Rudolf Steiner, y se utiliza a partir de 1º de primaria, cuando el niño tiene alrededor de 7 años. En esta etapa, el dibujo de formas constituye la base para el aprendizaje de la escritura y ayuda al educador a ampliar la sensibilidad del niño hacia la forma de los objetos y seres de la naturaleza.
1er año
Durante los primeros siete años, toda la energía del niño se dedica a su desarrollo corporal y motor, y de forma natural se centra en la práctica de grandes gestos, como correr, saltar, brincar, trepar, etc., pero a partir de los 7 años son listo para desarrollar habilidades más delgadas. La escritura es una de las habilidades humanas más importantes y expresivas, y el maestro Waldorf busca ayudar a los niños a desarrollarla a partir de experiencias basadas en sus impulsos naturales.
El niño pequeño ya se aventura a dibujar, y vemos que sus garabatos se basan siempre en dos formas básicas: rectas y curvas. Entonces, lo que hacemos es partir de esa iniciativa natural del niño, que inicialmente consiste en garabatos caóticos, y llevarlos a diseñar formas cada vez más armoniosas. Así como el niño aprendió a caminar, moverse y hablar, el logro del lenguaje escrito debe ser un ejercicio de percepción, habilidad y armonización de movimientos, para transformar el trazado de líneas en lenguaje. El mejor camino para este ejercicio es siempre artístico, pictórico, partiendo de la acción para llegar a la comprensión, de modo que el desarrollo de la escritura no sea sólo un ejercicio de coordinación y habilidad, sino una experiencia humana, que involucre sentimiento, pensamiento y acción.
La experiencia de trazar las líneas comienza con los niños caminando, como si formaran las líneas con su propio cuerpo, y caminando con los ojos cerrados, para que puedan experimentar la sensación de movimiento. Luego, con los brazos en alto, de pie y sentados, hacen los movimientos que representan el trazado de las líneas, antes de empezar a ejercitarlas sobre el papel. En un principio se utilizan crayones o lápices de colores para trazar las líneas, evolucionando en el futuro a lápices de escritura más finos. Dibujar formas es una práctica constante, una pequeña parte de la clase, pero siempre evolucionando en dificultad, lo que conduce a la mejora de la escritura y el sentido estético de los niños.
El primer día de clases, en primer año, se les presenta a los niños la línea y la curva, ya que estas serán la base para el aprendizaje del abecedario en mayúsculas, que se les enseñará primero.
En esta etapa, los ejercicios con las líneas se realizan ocupando grandes espacios, como una hoja grande de papel, o una pequeña pizarra individual, donde los niños pueden empezar a practicar con grandes movimientos. También es importante que el profesor le dé cierta solemnidad a esta actividad. Al dibujar las líneas en la pizarra, sus movimientos deben ser lentos, deliberados y silenciosos, y los niños deben notar que se esfuerza por obtener el mejor resultado, tal como deben hacerlo.
Segundo año
En el segundo año, los niños practicarán el alfabeto en minúsculas. Como en minúsculas tenemos casos de espejado, como en los ejemplos a continuación, este será el objeto de trabajo en el dibujo de la forma.
Se utiliza un eje vertical o un eje horizontal como referencia. Son ejercicios sencillos, utilizando siempre la recta y la curva, con los que los alumnos ya están familiarizados, buscando siempre la simetría.
La siguiente variación en la que trabajar es la simetría rítmica, con líneas rectas y curvas formando ritmos. En estas formas, la línea recta se utiliza como el elemento más corto y la curva como el elemento más largo, formando secuencias yuxtapuestas o especulares.
3er año
En el tercer año, el objetivo principal de dibujar formas es ayudar a introducir la escritura cursiva. El niño a los 9 años pasa por una fase muy importante para la afirmación de su Yo, de su personalidad, y es en este momento que comienza a formar su escritura individual. Según Luíza Lameirão, “los ejercicios basados en la línea ondulada, que exigen la fluidez del trazo, necesitan ser realizados constantemente antes de la introducción de la escritura cursiva. Todo alfabeto cursivo deriva de la línea ondulada y de dos transformaciones de la misma: lazos y varillas. En el bucle, la ola sube y se dobla; en el tallo, a medida que sube, la ola se aprieta, da como resultado un pico y regresa”.
También en este trabajo, la práctica debe comenzar con grandes movimientos, en una hoja grande de formato A3 doblada por la mitad, luego doblada en cuatro, y con lápices de colores gruesos, o con tizas de pizarra en pequeñas pizarras individuales, antes de pasar al A4. hojas y cuadernos. El profesor puede proponer numerosas variaciones de calco y espejo, aumentando el grado de dificultad, antes de introducir el alfabeto cursivo.
En el tercer y cuarto año, los dibujos en forma de espejo, que en el segundo año se realizan a partir de un eje vertical o de un eje horizontal, ahora también se realizan con estos dos ejes cruzados, para trabajar la simetría de cuatro lados, o simetría. central.
Figura
La práctica de dibujar formas en estos primeros años escolares representa una introducción a la Geometría de forma experimentada, que luego evolucionará hacia un estudio más abstracto y consciente.
Para los niños de 9-10 años también introducimos formas basadas en el círculo, siempre dibujadas a mano alzada.
En el cuarto año, cuando se estudia Grecia, se puede hacer el diseño de formas buscando reproducir las formas de los ornamentos del escudo, por ejemplo. Ya en el quinto año, con motivo del estudio de la botánica, y la representación de las formas de la naturaleza es un motivo rico para bellos dibujos.
Algunos ejemplos
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Así, el dibujo de formas, además de ser la base para el desarrollo de la escritura, también enriquece el estudio vivido de varias otras materias. Su uso también ayuda en el tratamiento terapéutico de niños especiales.
Crédito: Bbasado en el libro “Do Movimento ao Traço e à Escrita”, de Luíza Helena Tannuri Lameirão – Ed. João de Barro, 2016
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