30 de agosto de 2017

¿Dónde pusiste el verbo poner?

 

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de Julia de Mello y Souza

Mi difunta prima Julia de Mello e Souza fue profesora de lenguas neolatinas y escribió varias crónicas. Todavía iba a escribir un titular “Lo que el final llevó al final”, pero no sé si tuve tiempo. Los diccionarios ya aceptan la palabra “final” como sustantivo, cuando era un adjetivo de la palabra “fin”. Sin embargo, la palabra “inicial” nunca se convirtió en sustantivo. Nadie dice “A principios de año”. Pero… de momento, aquí va su otra crónica, en la que comenta el mal uso del verbo poner. Porque poner es poner en un lugar, como copiloto -que ayuda al piloto- poner es ayudar (generalmente con las manos) a poner en un lugar, como poner el vaso en el fregadero o el libro en el estante.


¿Dónde pusiste el verbo poner?

En algún lugar bien escondido. El hecho es que ha estado desaparecido. Sin embargo, este pequeño verbo de aspecto humilde, solo tres letras y un sombrerito, es de suma importancia. Sólo él y sus compuestos integran la cuarta conjugación o cuarto grupo. Y ocupa una columna entera en el diccionario, con diferentes significados.

En su evolución etimológica al portugués, del latín “ponere”, ya era poer.

Ahora, todo sale mal, a menudo. ¡Poner en orden, poner en peligro, poner en duda, apagar, poner abajo, prender fuego! Hasta las gallinas ponen huevos.

¿Cómo, entonces, son expresiones consagradas, tales como: poner las gotas en las i, sacar las manguitas, mojar las barbas, poner agua a hervir? ¿Y poner las cartas sobre la mesa? ¿Y el rey muerto ya no es un rey? ¿Y la puesta de sol? ¿Gira para poner el sol?

Camões, en las Lusíadas, dice de una nube:

“… Tan temeroso vino y llevó
que puso un gran temor en nuestros corazones…”

La colocación, en este caso, comprometería irremediablemente el heroico decasílabo caminiano.

Ahora bien, poner es poner, pero poner no siempre es poner. Esto último supone una cierta precisión. Pones una tuerca en un perno o un componente en un engranaje. También se pone una mesa en un lugar determinado, pero la mesa no se pone para la cena.

Esta manía inapropiada puede reflejar una tendencia a “hablar duro”.

¿Por qué esta rabieta contra el pobre verbo? ¿Por su molesta irregularidad? Pon, pon, pon, pon, pon, pon, pon, pon. Lo que produce, en compuestos, formas como: haría, si tuviera, cuando transpone… Y términos derivados como: recomposición, presuposición, supositorio, exponente, depósito, impuesto…

Instalarlo es mucho más accesible. Acabo de poner una Q en él, para los requisitos de ortografía.

Por estas y otras razones, para no tropezar con el verbo poner y ponerlo mal, sugiero el verbo “postar”, como en la samba do Arnesto, de Adoniran Barbosa:

"Pero deberías haber puesto un mensaje en la puerta".

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