Tomado del capítulo 3 del Evangelio de San Lucas
En el año quince del reinado de Tiberio César,
Poncio Pilato siendo gobernador de Judea,
Herodes tetrarca de Galilea,
Anás y Caifás siendo sumos sacerdotes,
la palabra del Señor vino a Juan en el desierto,
hijo de Zacarías.
Recorrió toda la región del Jordán
predicando el arrepentimiento
como está escrito en el libro de Isaías.
Y el pueblo gritaba: ¿Qué haremos ahora?
Juan respondió:
“El que tiene dos túnicas
dale uno al que no lo tiene;
y el que tenga para comer, que haga lo mismo;
y que no haya violencia entre vosotros.”
En lo profundo de sus corazones,
todos preguntaron si Juan no era el Cristo.
Pero tomó la palabra y dijo:
“Yo a la verdad os bautizo en agua,
pero el que es más poderoso que yo viene,
y no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias;
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Su pala la tiene en la mano,
para limpiar tu era y recoger el trigo en tu granero”.
Así, y con muchas otras exhortaciones,
Juan anunció la buena nueva a la gente,
como está escrito en el libro de Isaías:
“Voz del que clama en el desierto,
preparad el camino del Señor,
enderezad vuestros caminos.
Los caminos torcidos se enderezarán,
y lo áspero, plano.
¡Todo hombre verá la salvación de Dios!”
***