texto de Antonio Clarete Gomes
adaptación de Ruth Salles
Orientación del Dr. Sonia Setzer
Cambios en la puesta en escena del 8º año B, 2010 por
Glaucia Libertini y Bárbara Margelli Silva
parte basada en:
PERCEVAL o El romance del Grial, de Chrétien de Troyes;
PARSIFAL, de Wolfram von Eschenbach
(traducido por AR Schmidt Patier);
PERCEVAL, obra de Albert Gerard Klockenbring
(traducido por Ruth Salles).
CARACTERES
DOS NARRADORES
LA MADRE DE PARSIFAL
CAMPESINOS
CAMPESINOS
PARSIFA
TRES CABALLEROS
DUQUESA DE LA LANDA
DUQUE DE LA LANDA
SERVIDORES DEL DUQUE
SIGUNE, prima de Parsifal
CABALLERO MUERTO, prometido de Sigune
REY ARTURO
REINA GINOVER, su esposa
CABALLERO ROJO
KEYE, senescal de la corte de Arturo
SEGRAMOR, Caballero de la Mesa Redonda
ESTOFADO
IVAIN, escudero de Arturo
GALVÃO, Caballero de la Mesa Redonda
CUNEWARE, hermana del duque de La Lande
damas de la corte
TRES ARDILLAS de Gurnemanz
GURNEMANZ, Príncipe de Graharz
TRES GUARDIAS del castillo de Beaurepaire
GENTE HAMBRE, desde el castillo de Beaurepaire
DOS PAJENS, del castillo de Beaurepaire
CRIADA, del castillo de Beaurepaire
CONDWIRAMURS, reina de Brobarz, castellana de Beaurepaire
SACERDOTE, del castillo de Beaurepaire
AMFORTAS, el rey pescador
CUATRO ARDILLAS Y UNA PAGINA DE Anfortas
CINCO DONCELLAS del castillo de Anfortas
ARTISTAS DE PALTIMBANK de la corte de Arturo
Escudero de la corte de Arturo
KINGRUN, senescal de Clamadeus
CLAMADEUS, antiguo pretendiente de Condwiramurs
CUNDRIE la hechicera
PADRE
MAMÁ
DOS HIJAS
TREVRIZENT, ermitaño, hermano de Anfortas
CUATRO NINFA DE LA FUENTE
PRÓLOGO
El escenario se ilumina lentamente. En el centro está la Señora Viuda, con un bebé en brazos, que canta su lamento. Cuando termina, dos Narradores, figuras atemporales, entran y dicen su parte.
NARRADOR 1: – Escucha… Fue en la época en que los bosques son verdes, los árboles florecen y los pájaros cantan dulcemente…
NARRADOR 2: – Escucha… En el solitario Bosque Desgastado, la Señora Viuda canta su lamento. (Los dos se van lentamente.)
SEÑORA VIUDA (canta):
“Mi corazón está oscuro y dolorido,
y guardaré tu recuerdo, dulce amiga.
Un apuesto y noble caballero y tan valiente,
ah, nunca más será visto por nosotros...
Descansa en paz, descansa en paz, oh mi amado...
Nuestro hijito lo criaré con cuidado.
Te protegeré de los peligros de este mundo.
Descansa en paz en ese profundo sueño tuyo…”
(La dama viuda se va.)
PRIMER ACTO
Escena 1
Campo con la casa de Parsifal a un lado. esta amaneciendo Los campesinos bailan y cantan. Entre ellos está Parsifal, con ropa muy tosca, que sale riendo y retozando al final de la esquina. La madre está en la puerta de la casa y, después del baile, se dirige a los campesinos, quienes ya han recogido sus herramientas de trabajo. Entonces aparecen tres jinetes.
CAMPESINOS y PARSIFAL (canto y baile):
“¡Buenos días, pájaro, buenos días, rey de las estrellas!
Dormí muy tranquila y ahora me desperté.
De nuevo la luz del día nos llena de vigor.
Y siento el buen perfume que sale de cada flor.
¡Buenos días, pájaro, buenos días, rey de las estrellas!
Dormí muy tranquila y ahora me desperté.
La niebla que cubría la arboleda de la magia
ahora se levanta, y el arroyuelo canta.
¡Buenos días, pájaro, buenos días rey de las estrellas!
Dormí muy tranquila y ahora me desperté”. (Parsifal se va, saltando)
MADRE (a los campesinos): – El pedido que les hago es muy importante. No puedes hablar con mi hijo de nada, nada de caballería y caballeros. Si lo sabe, nos causará un gran sufrimiento. ¡Ten cuidado! (Los campesinos se van. Solo queda una pareja cuidando la tierra.)
PARSIFAL (entra de nuevo): – ¡Puedo derribarlos a todos y desaparecer en el bosque! ¡Tengo la fuerza de muchos bueyes! (saltos y volteretas)
MADRE: - Ah, querido hijo, ¿por qué desaparecer en el bosque? ¡Quédense conmigo!... Ángeles del buen Dios, es tan peligroso allá afuera...
PARSIFA: Madre, ¿qué es Dios? ¡Hablas de eso todo el tiempo!
MADRE: – ¿Dios? Dios es luz y su aspecto es más brillante que el día brillante. Si te encuentras en una situación difícil, debes pedirle ayuda.
PARSIFA: Y los ángeles, ¿qué son los ángeles?
MADRE: – Los ángeles celestiales son seres claros, hermosos, llenos de amor. Pero hay que tener cuidado con el OTRO, que es el príncipe de las tinieblas. Es oscuro y desleal.
PARSIFAL (a los campesinos, mientras la Madre se va): – ¿Oyeron lo que dijo la Madre sobre Dios y los ángeles? (da otra voltereta) Hablaba también del Otro. ¿Quién será?
(Se escucha el sonido de armaduras y espadas. Aparecen caballeros.)
CAMPESINA (a la campesina): – ¡Qué vergüenza! Vienen los caballeros. Nos castigarás por el joven maestro. No debería ver caballeros. ¿Y ahora?
CAMPESINO: – No fue culpa nuestra… ¡No hay nada que podamos hacer! (Los dos se van.)
PARSIFA: ¿Qué es eso? ¡Dios ayúdame! ¿Son hombres del Otro? (cae de rodillas, se tapa los ojos con las manos, y al cabo de un momento abre los ojos y se pone de pie): – Pero… ¡eres tan brillante y hermosa! ¿Eres ángeles? ¿Eres Dios?
CABALLERO 1: No, no podríamos ser ángeles ni Dios, aunque buscamos cumplir sus mandamientos. Somos caballeros. (a sus compañeros, aparte): – Es un simplón. No debes conocer nada más que estos bosques.
PARSIFAL: ¡Sois caballeros! ¡Eres más hermosa que los ángeles! ¡Me gustaría parecerme a ti, todo brillante! ¿Quién otorga esta dignidad de caballero?
CABALLERO 2: – Debes hablar con el Rey Arturo. Si consigues llegar a su corte, se encargará de que te conviertas en caballero.
PARSIFAL (examinándolos): — ¿Nacisteis vestidos así con todo este brillo?
CABALLERO 3 (a los demás aparte): – Es una locura hacerle caso. (a Parsifal): – ¿No viste a otros caballeros pasar por aquí hace un momento?
PARSIFAL: No sé eso, señor, pero tal vez los campesinos de mi madre puedan informar más adelante.
CABALLERO 3: Entonces iremos allí. Dios te ayude, criatura ingenua. (abandonar)
PARSIFAL (a la Madre, que vuelve a aparecer): – ¡Madre! ¡Vi seres más bellos que los ángeles! ¡Y me dijeron que son caballeros!
MADRE: Oh, hermoso hijo, son hombres que luchan y traen dolor y muerte. Tu padre fue uno de ellos y murió peleando.
PARSIFAL: Ah, si mi padre fue caballero, yo también debo serlo. ¡Partiré sin demora en busca del rey Arturo, para que me haga caballero!
MADRE (acariciando a su hijo): – Oh, buen hijo, ¿qué puedo hacer ahora? Pero de todos modos... si realmente vas... Mira, me sentiría mejor si siempre usaras la ropa que te hice.
PARSIFAL (dando vueltas): — ¿Éste? Esto te lo prometo, madre.
MADRE: – Pero escucha lo que te digo: Siempre saluda a todos. Siempre ayuda a una dama oa una doncella. Si uno te da un beso o te da un anillo como regalo, no te niegues.
PARSIFAL (pensando, marcando en los dedos y girando): – Beso… Anillo…
MADRE: – Y mira, querido hijo, acepta el consejo de tus mayores. Y si ves una iglesia, no dejes de entrar para pedirle a Dios que te proteja.
PARSIFAL: Madre, ¿qué es una iglesia?
MADRE: – Es una casa donde se glorifica a Dios, nuestro Creador. ¡No te olvides!
PARSIFAL (pensando y disponiéndose a salir): – Iglesia… Dios nuestro Creador… ¡Te prometo que haré todo esto, Madre querida! Y ahora, ¡adiós!
MADRE: – ¡Vete, buen hijo! ¡Que Dios te mantenga feliz y te guíe por el camino correcto! ¡Adiós!
(Parsifal se va y la Madre se derrumba. Los campesinos y las campesinas vienen y dan la impresión de que está muerta. Parsifal no se ha dado cuenta. La luz se desvanece.)
escena 2
En el claro del bosque, la tienda del Duque de La Lande. La Duquesa duerme adentro, mientras entra una criada, deja una bandeja con comida y bebida, y se va.
PARSIFAL (se acerca, asombrada): — ¡Mi madre tenía razón! ¡Qué hermosa es la iglesia de Dios! Entraré y pediré comida, porque me muero de hambre. Pero, está oscuro dentro de ella. No creo que sea la iglesia, no.
DUQUESA (se despierta sobresaltada): – ¿Quién eres? ¿Qué quieres aquí?
PARSIFAL: Buenos días, doncella. Te saludo, como me enseñó mi madre.
DUQUESA: Buenos días. Pero será mejor que te vayas de aquí, porque no te conozco. Esta tienda pertenece a mi marido, el duque de La Lande. Si viene y te encuentra, se pondrá furioso.
PARSIFAL (hace una reverencia): ¡Ay, duquesa de La Lande! Mi madre dijo que debería darte un beso. (Se acerca a ella y le da un beso).
DUQUESA: ¿Estás loco, por casualidad? ¡Retírate, ahora!
PARSIFAL: ¡Y tienes que darme ese hermoso anillo que tienes en el dedo, así dijo mi madre!
DUQUESA (corre, huyendo): – ¡No! ¡No!
PARSIFAL (lo levanta y toma el anillo): — La pelea me aumentó el hambre. (Ve la bandeja llena de comida) ¡Ups! ¡Cuánta comida aquí! (comer y beber)
DUQUESA: ¡Ay, cielo, se ha acabado la comida de mi marido! ¡Vete rápido y deja mi anillo! Si llega el duque, serás víctima de su ira.
PARSIFAL: — No tengo miedo de tu marido, pero si me pides que me vaya, me iré, gentil doncella, pero tomo el anillo. Así me enseñó mi madre.
(Se va Parsifal, y poco después llega el Duque.)
DUQUE (mirando a su alrededor): – ¡Noble dama, por las señales que encontré en nuestra tienda, parece que alguien estuvo aquí! (La duquesa llora) ¡Mi reputación de caballero y duque de La Lande está cubierta de vergüenza!
DUQUESA: Señor, se equivoca…
DUQUE (enojado): – ¿Entonces quieres que crea que estuviste solo durante mi ausencia?
DUQUESA: Señor, no me juzguéis tan mal. Quienquiera que haya estado aquí no era más que un tonto estúpido, ignorante y maleducado...
DUQUE: ¡Quién, al parecer, comió y bebió hasta saciarse!
DUQUESA: Es que invertía en comida como un animal hambriento.
DUQUE: ¡Y seguramente te complació!
DUQUESA: Es usted injusto, querido señor. Por los toscos zapatos y los dardos que llevaba, pronto vi con quién estaba tratando: un grosero ignorante.
DUQUE (tomando su mano): – ¡Y veo que le diste el anillo que te di!
DUQUESA: ¡Dios no permita tal error! Él fue quien avanzó hacia mí y me robó el anillo y un beso.
DUQUE: - Uno Beso? ¡Pero te complació, confiesa!
DUQUESA: ¡Ay, no, mi señor! ¡Preferiría morir antes que verte tan enojado conmigo!
DUQUE (hablando alto, marcado y con pasos pesados):
– Bueno, de ahora en adelante, así es como digo:
¡No le doy avena a tu caballo!
yo ando delante y tu detras
¡hasta que encontremos al niño!
¡Y vamos! ¡vamos! ¡Correr!
Si el caballo muere de hambre,
Irás a pie, con tu ropa usada
el dia que te besaron!
Que se vuelve un trapo, hasta que veo
este chico que roba y besa.
¡Vamos rápido! Y este tonto,
si lo encuentro lo mato y listo!
(Los tambores marcan la escena dramáticamente. Los sirvientes vienen a retirar la carpa y los objetos. Todos se van.)
escena 3
Bosque de Brocelianda. Todavía con el sonido de los tambores, la escena se ilumina en un plano lateral donde Sigune, de rodillas, llorando, sostiene a un caballero muerto. Parsifal la oye llorar y se acerca. El sonido de los tambores cesa.
PARSIFA: ¡Dios te proteja! Debo saludar a todos, como decía mi madre. (observa al caballero caído) Señora, el caballero parece estar muerto. ¿No puedes decirme quién lo mató? Me enfrentaré a él y vengaré su muerte con mis dardos (muestra sus dardos).
SIGUNE: – Alabado seas por tu comodidad. Tus sentimientos son nobles. Este caballero no murió por la acción de una jabalina, sino en combate con otro caballero. No puedes hacer nada más por mí.
PARSIFALO: — ¿Por qué no? ¡Tu dolor me aflige, y mis dardos nunca fallan en el blanco!
SIGUNE: – Eres una criatura de buen corazón. ¿Cuál es tu nombre?
PARSIFAL: Mi madre nunca dijo mi nombre...
SIGUNE: – ¿Nunca dijo tu nombre?
PARSIFAL: – Mi madre siempre me decía “hijo bueno, hijo hermoso, hijo querido”…
SIGUNE: – Ah, por lo que dices, sé quién eres. Nuestras madres eran hermanas, y yo conocí a vuestro padre el rey. Te llamas Parsifal, que pasa por el medio, por el valle. Eres mi primo, Parsifal, y rey también. Y eran nuestros reinos, el mío y el vuestro, los que custodiaba este caballero. el murio por Guau causa, y ahora lloro de amor por él.
PARSIFAL: - Por Guau ¿causa? Una razón más para mí para tratar de aliviar tu dolor.
SIGUNE: - Corazón puro, sigue tu camino y cumple la suerte de tu nombre.
PARSIFAL: No, señora, no me rindo. Debes decirme en qué dirección fue el que mató a tu prometido.
SIGUNE: – Si eso te consuela, siguió… por ahí (duda y señala en dirección contraria).
PARSIFA: Yo vengaré tu dolor. (Saliendo) ¡Dios te proteja!
SIGUNE: – ¡Vete, Parsifal! La tierra te abre sus brazos.
ROGAR A
Entran los dos Narradores.
NARRADOR 1: – Hmm… Los trovadores dan una imagen muy romántica de la caballería.
NARRADOR 2: – La realidad es muy diferente. La caballería es un oficio duro, y sólo unos pocos cumplen al pie de la letra las solemnes promesas hechas en el acto de consagración.
NARRADOR 1: - El caballero arriesga su vida en los torneos, y tiene el privilegio de ser inmortalizado por los servicios prestados al rey, a su dama oa los débiles e indefensos.
NARRADOR 2: - Hay dos influencias que moderan la agresividad de un caballero: la mujer y la fe cristiana.
NARRADOR 1: – ¡Arthur, hijo de Utepandragun! ¡Arturo el Rey! Ya se habla de él en el año 800 después de Cristo. Arthur y su Mesa Redonda viven libres de la barrera del tiempo.
NARRADOR 2: – Está rodeado por el halo de leyenda. Incluso la realidad se vuelve irreal. (los dos se van)
escena 4
Corte del Rey Arturo. Caballeros y damas bailan, hasta que la música se detiene. El caballero de túnica roja derrama el vino sobre la ropa de la reina Ginover y se va con la copa. La reina es consolada por el rey y sus damas. Keye y Segramor discuten. El Loco se burla. Cuneware te protege. Parsifal llega y pide ayuda. Ivain lo recibe.
ARTUR: – Noble señora Ginover, cámbiese ese traje de neopreno y quítese la tristeza del corazón.
GINOVER: Entonces, con su permiso, señor, me retiro. (sale de)
KEYE: – ¡Fue realmente una ofensa seria! Además de robar la copa, empapar el atuendo de nuestra reina con vino tinto.
SEGRAMOR: – Keye, tal vez fue un descuido. Ha sido un caballero devoto.
KEYE: ¿Quiere defenderlo, Segramor, cuando debería enfrentarlo?
SEGRAMOR: - Si no lo enfrento es porque no me he recuperado de la última pelea. Me faltan fuerzas, que, sin embargo, no es tu caso.
KEYE: No me molestes. Me enfrentaría a él si mi deber no fuera estar con el rey como su senescal.
ESTOFADO:
– Mis amigos y enemigos
no debe sentir peligro.
mi pensamiento libre
correrá salvaje en el viento.
La escena que vi,
sucedió aquí mismo.
el caballero rojo
sin doblar la rodilla,
ofendió a nuestra reina,
que ahora llora solo.
Quien siente falta de coraje
Dice que fue un espejismo.
Pero esto no era un juguete.
¡Y lo que sentiste fue MIEDO!
KEYE: ¡Cállate, Tonto, o te daré una paliza!
(A un lado aparece Parsifal, confundido, buscando al Rey Arturo.)
ESTOFADO:
- ¿Quieres maltratarme así?
pero hay quienes me cuidan.
Es Cuneware... tan hermoso,
La hermana de La Lande.
¡Tu corazón es tan grande!
¡Ninguno es como ella! (Él corre y se esconde detrás de Cuneware.)
porque aun no ha nacido
el honorable caballero,
la buena señora se escondió
tu sonrisa amistosa.
PARSIFAL (en círculos en la corte y saluda): - Dios os proteja, especialmente al Rey ya la Reina. Os saludo como me enseñó mi madre. Pero ayúdame. Veo tantos reyes Arturo… ¿Cuál es el real?
KEYE: ¡Ánimo, Tonto, tienes un compañero aún más loco! (risas)
IVAIN (a Parsifal, señalando a Arturo): – Joven, ahí está el verdadero Rey Arturo.
PARSIFA: ¿Pero un rey que no responde a un saludo?
ARTUR: – Perdóneme, joven, estaba distraído, cavilando sobre el dolor de una herida hecha a la Reina. Un caballero, que codicia la mitad de mi reino, tomó mi copa de vino, la derramó sobre la reina y se fue, vestido de rojo.
PARSIFAL: Bueno, he conocido a este bruto, que no sabe ni lo que es un saludo. Quiero las armas que trae. ¿Permite, señor?
ARTUR: – ¡Esto es una temeridad! ¡Te doy una nueva armadura!
PARSIFAL: No, no te pido nada. Mi madre también es reina y me puede dar lo que yo quiera. Pero debo conquistar las armas del Caballero Rojo.
KEYE: ¡Sí, vamos, vamos! ¡Sino más bien arrodíllense ante el Rey!
ARTUR: – ¿Por qué hablas tanto con este chico cándido? ¿No ves que es un buen hombre? Quien se burla del otro se burla de sí mismo, ¿no lo sabes?
CUNEWARE: – ¡Y les garantizo que este chico los desplazará a todos!
(Parsifal hace una reverencia ostentosa. Cuneware se ríe).
KEYE (le grita a Cuneware): ¡Suficiente! ¡Te reíste sin razón de ese chico grosero y tonto! (Keye la tira del cabello, la golpea de nuevo. Vienen sus damas.)
- ¡Olvidaste tu promesa de volver a reír solo cuando veas al hombre que logrará la distinción suprema!
ARTUR: – Keye, me lastimaste con tu genialidad. Será suspendido por tres días de sus deberes de senescal. Declaro cerrado el incidente.
PARSIFAL: Señora, os habéis ofendido por mi causa. Te prometo que serás vengado. (se dirige a Ivain): – ¡Por favor enséñame a salir de este laberinto! (Los dos se van.)
BOBO (con una pantomima):
- Mano abofeteándose en la cara
enciende un fuego que arde,
y hace crecer el asco
causado por el cobarde.
(Keye también lo ataca. Hay confusión general y gritos. El Loco corre detrás de Cuneware.)
KEYE: Menos mal que Ivain se llevó a ese chico aturdido, pobremente vestido y descerebrado.
ARTUR: – Si le pareció grosero es porque le faltó un profesor adecuado. Pero es cándido y puro, podría ser un buen vasallo.
IVAIN (llega de repente con una copa en la mano y le dice a Arturo): – ¡Señor, puedes alegrarte! ¡El chico que estaba aquí ha devuelto tu copa de oro!
ARTUR: – ¿Ese joven? ¿Pero cómo conseguiste mi taza? ¿Le gustaba tanto al Caballero Rojo que la regaló voluntariamente?
IVAIN: – Se equivoca, señor. El joven simplón, ignorante de las reglas del combate, avanzó hacia el Caballero Rojo. Pero después de recibir un golpe de lanza, reaccionó y lanzó su jabalina con tal precisión que tomó un solo golpe. El Caballero Rojo ha muerto. Ahora sus armas y armaduras pertenecen al joven.
ARTUR: – Realmente tiene valor. Pero debes aprender a usar la lanza, la espada y el escudo, de lo contrario pronto serás derrotado, muerto o herido. Me haré cargo de ello.
(Arthur se va, y también todos los demás.)
escena 5
Un claro cerca del castillo de Gurnemanz. Tres escuderos entran en escena con algo de ruido, haciendo ruidos con los objetos que llevan en las manos: lanzas, espadas, escudos, corazas, etc. Un grupo frota escudos, otro entrena con lanzas, otro con espadas. Gurnemanz, el maestro, circula entre ellos, los guía, corrige posturas, etc. Parsifal, en lo alto o al costado del escenario, observa la escena de lejos con gran interés. Alguien lo ve, con su armadura roja, y se acerca.
PARSIFAL: ¡Que Dios los proteja a todos! Los saludo como mi madre enseñó. (Ya lleva la armadura, pero no está correctamente ajustada).
GURNEMANZ: ¡Dios te bendiga, querido hermano! ¿De donde vienes?
PARSIFAL: De la corte del Rey Arturo, quien me envió aquí para entrenarme en la lucha. Quiero convertirme en un caballero.
GURNEMANZ: – ¿Quién te dio esta armadura?
PARSIFAL: - Gané en combate con el Caballero Rojo, que ofendió al Rey ya la Reina. Señor, mi madre me recomendó que escuchara los consejos de los hombres mayores. Te ofrezco mis servicios.
GURNEMANZ: Entonces primero permítanos quitarle la armadura.
(A una señal de Gurnemanz, se acercan unos escuderos. Parsifal reacciona.)
PARSIFAL: — No me lo quiero quitar. Lo gané en una pelea. ¡Es mío por derecho!
GURNEMANZ: – Si ha venido a ser instruido por mí, escuche mi consejo.
(Parsifal se deja en manos de los escuderos y se queda sólo con la ropa que le dio su madre.)
GURNEMANZ: Joven, ¿qué harías si te golpeara un caballero?
PARSIFAL: – Yo también lo golpearía (Gurnemanz deja caer su lanza)
GURNEMANZ: ¿Y si tu lanza se rompiera?
PARSIFAL: — Le pegaría con los puños.
GURNEMANZ (evitándolo): — Esto no debe hacerse. Tienes que recurrir a la espada. Así es como te defiendes del ataque. (Parsifal cae al suelo) Debes observar cómo empuñar una lanza, cómo manejar un escudo y una espada, cómo hacer que el caballo camine, retroceda o se detenga.
PARSIFAL: Señor, no viviré un día más sin saber pelear así. ¿Lo lograré? Tengo muchas ganas de aprender.
(El entrenamiento se ve al fondo, donde están Gurnemanz Parsifal y los escuderos. Mientras tanto, los Narradores intervienen y hablan).
NARRADOR 1: – Es una criatura feliz. Su rostro revela pureza de alma e irradia simpatía.
NARRADOR 2: – La ropa, sin embargo, es una lástima. Son trapos de verdad.
NARRADOR 1: – Tenía hambre. Comí todo lo que quise. Ya no parecía saber qué era la comida.
NARRADOR 2: – Estaba bien cuidado, se dedicaba a los ejercicios.
NARRADOR 1: – El caballero que abandonó las puertas del castillo de Arturo pronto se sumerge en el mundo de la aventura.
NARRADOR 2: – Los poetas trovadorescos saben escuchar en sí mismos la voz colectiva de los mitos ancestrales.
NARRADOR 1: – Bajo el velo del símbolo, hay un significado real que se insinúa.
NARRADOR 2: – Brota aquí y allá como el agua de un pozo artesiano, que sale de las capas más profundas de la tierra.
NARRADOR 1: – Es como un sueño, como una voz que impulsa a todos, y que viene del fondo de los tiempos. (ellos salen)
(Termina el entrenamiento. Parsifal y los demás se adelantan.)
PARSIFAL: Señor, mi madre me enseñó a no quedarme mucho tiempo con alguien sin saber su nombre. Por eso quiero saber el tuyo.
GURNEMANZ: – Mi nombre es Gurnemanz de Gort. Ahora, ponte esta ropa que te ofrezco. (Los escuderos muestran ropa)
PARSIFAL: ¿Quieres que cambie la ropa que hacía mi madre?
GURNEMANZ: Bueno, joven, ¿no dijiste que escucharías los consejos de tus mayores?
PARSIFALO: —Así es. (Los escuderos forman un círculo alrededor de Parsifal y lo ayudan a cambiarse, ajustando correctamente su armadura).
GURNEMANZ: – Abre tu corazón a mis palabras. Evita la arrogancia. No importa lo alto que escales en la vida, no olvides ayudar a los necesitados. No hables demasiado. El hombre que habla sin pensar cambia de opinión todo el tiempo y pierde su prestigio. La audacia y la misericordia deben ir juntas. Si un caballero vencido suplica tu piedad, perdónalo. Cada vez que te quites la armadura, lávate bien de polvo, sangre y sudor. Entonces tu apariencia causará placer. Huye de la falsedad y practica siempre la cortesía. Entonces encontrarás el amor. El hombre y la mujer son, juntos, como el sol y la luna. Ambos brotan de la misma semilla, no lo olvides. Y es necesario que recéis al Creador de todas las cosas y que deis gracias por cada paso de vuestra vida. Te he enseñado el arte de empuñar armas y todas las leyes del combate, pero cómo usar las fuerzas del alma lo aprenderás por ti mismo. Así es como debes hacerlo.
PARSIFA: Por mi fe lo haré.
(Él se arrodilla y Gurnemanz toca su hombro derecho con la hoja de su espada. Mientras esta escena se congela, los dos narradores entran y hablan).
NARRADOR 1: – Así es como Parsifal fue nombrado caballero por Gurnemanz, luego de aprender a dominar a su oponente en la lucha.
NARRADOR 2: – Pero Gurnemanz también lo animó a aprender a dominarse a sí mismo, a gobernar su propio ser. (los dos se van)
PARSIFAL (levantándose): — Le agradezco, señor. Y ahora debo irme. ¡Adiós! ¡Adiós a todos!
GURNEMANZ: Bueno, ya puedes irte. ¡Adiós, joven! Ve en paz.
ESCUDEROS: – ¡Adiós! (hojas de parsifal)
SEGUNDO ACTO
Escena 1
Castelo de Beaurepaire, onde reina Condwiramurs. Vê-se um trecho da muralha. Povo faminto e maltrapilho está espalhado em volta. Três guardas veem Parsifal se aproximar.
GUARDA 1 (brada): – Alerta!… Alguém atravessou a ponte!…
GUARDA 2 (brada): – Que se detenha já… seja quem for!…
GUARDA 3 (brada): – Quem vem lá?… É de paz?…
PARSIFAL (que parou ao ouvir a ordem, brada): – Sim! Sou o cavaleiro Parsifal, pedindo permissão para passar aqui esta noite!
GUARDA 1: – Avança, então, mas nossa situação é miserável. Pouco terás a nos agradecer.
PARSIFAL (passa por entre os maltrapilhos): – Dizei-me, guardas, que lugar é este?
GUARDA 2: – Estás no castelo de Beaurepaire, onde reina a rainha Condwiramurs.
PARSIFAL: – Pelo que vejo, devo acreditar que estais em guerra?
GUARDA 3: – Passou-se um verão e um inverno e continuamos sitiados pelo inimigo. Não temos mais nada para comer ou beber. A morte já levou muitos dos nossos.
PARSIFAL: – Quem é esse terrível inimigo, e que motivo ele tem para vos atacar?
GUARDA 1: – O inimigo é o rei Clamadeus, que teve recusado seu pedido de casamento por parte de nossa rainha. Desde então nos defrontamos com a força desmedida de Kingrun, seu senescal.
PARSIFAL: – Pois ide dizer à vossa rainha que aqui se apresenta um cavaleiro disposto a vos ajudar.
CONDWIRAMURS (entrando nesse momento): – Caro cavaleiro Parsifal, acolho com alegria tuas palavras. Aceita nossa hospitalidade como a podemos oferecer, e que Deus te conceda um amanhã melhor!
PARSIFAL: – Que Deus fortaleça e proteja teu reino e a ti, especialmente.
(Dois pajens tiram a couraça e as armas de Parsifal e o cobrem com um manto.)
CONDWIRAMURS: – Ouvi quando ofereceste teus serviços, cavaleiro. Gostaria de perguntar de onde vens.
PARSIFAL: – Esta manhã deixei os domínios de um homem de grande valor. Seu nome é Gurnemanz de Gort.
CONDWIRAMURS: – Não acreditaria se outro me contasse ter vencido tamanha distância em tão pouco tempo. Conheço teu anfitrião, ele é meu tio. Agora, deixo-te à vontade, pois deves descansar, já que tua jornada foi longa.
(Ela se dirige à noite. Os guardas ficam em seu posto.)
CONDWIRAMURS:
– Noite amiga, eu a ti posso contar
do medo que me vem ameaçar.
Todos dormem sem nada perceber
do moinho da sorte a me moer.
Todos dormem sem nem pensar na fome.
Não posso mais. É uma aflição sem nome.
O inimigo volta. E, afinal,
amanhã é o ataque principal.
Oh, piedade! Sou só uma mulher,
sou quase uma criança, e sem saber
porque me impõem o dever de um rei.
De um grande auxílio eu necessitarei… (chora)
PARSIFAL (que estava escutando de longe, dirige-se a ela): – Senhora, estás chorando!
CONDWIRAMURS: – Perdoa-me, senhor cavaleiro, estou sem forças, o alimento acabou… Já não podemos nos defender… Serei entregue ao inimigo como cativa…
PARSIFAL (aproxima-se): – Verás que eu hei de te salvar.
(Condwiramurs fita-o admirada e baixa os olhos.)
PARSIFAL (sustenta seu olhar e se interroga): – Que estranha sensação, sinto que meu coração se aquece…
CONDWIRAMURS: – Um sentimento novo me conforta…
PARSIFAL (gentilmente segura sua mão): – Senhora, em mim desperta um grande amor por ti.
CONDWIRAMURS: – O amor por ti também despertou em mim.
(Soa uma trombeta anunciando a hora do combate.)
CONDWIRAMURS: – É chegada a hora em que o senescal de Clamadeus provoca um novo campeão para matar. Todos os campeões morreram um por um.
PARSIFAL: – Pois eu serei teu campeão, não tenhas receio.
(Parsifal sai depois de se armar ajudado pelos dois pajens.)
escena 2
Mesmo local. Resolver como serão vistas as lutas, através de uma cortina transparente, talvez, ou cavalos tipo boi-bumbá. Os três guardas continuam em seus postos e vão dando notícias da luta. O povo maltrapilho vem voltando para o local. A rainha se ajoelha e reza em silêncio.
GUARDA 1: – O jovem cavaleiro e o senescal arremetem. As lanças voam aos pedaços!
GUARDA 2: – Agora sacam das espadas e avançam um sobre o outro. A luta é longa.
GUARDA 3: – O senescal pede clemência e é poupado. Por ordem de Parsifal, ele parte a fim de se pôr a serviço da dama Cuneware, na corte do rei Artur. (a rainha se ergue, reanimada)
GUARDA 1: – O rei Clamadeus faz recuar seus quatrocentos cavaleiros. A derrota lhe traz grande dor.
GUARDA 2: – Atenção! Um veleiro chegou à costa e vem carregado de víveres!
POVO (grita): – Estamos salvos!
GUARDA 3: – Oh, senhora Condwiramurs, o rei Clamadeus vem sozinho, sem ouvir conselhos, e propõe a Parsifal um combate singular.
CONDWIRAMURS: – Que Deus proteja meu jovem campeão!
GUARDA 1: – Lança em riste, os dois arremetem, que terrível luta!
(A encenação com sombras transcorre em silêncio.)
GUARDA 2: – Inacreditável! O rei Clamadeus também é vencido!
GUARDA 3: – Ele também pede mercê e acata as condições impostas por Parsifal: dirigir-se ao reino de Artur e se pôr a serviço da dama Cuneware. Ele parte!
(O povo dá gritos de alegria e louvor a Parsifal. Este entra e se ajoelha aos pés da Rainha.)
escena 3
Cena só com música e com o cortejo do casamento de Condwiramurs e Parsifal.
O povo, já bem vestido e alimentado, os guardas, o casal e o sacerdote.
Cena com danças.
escena 4
Mesmo local ou outro salão do castelo. Parsifal olha para o infinito. Condwiramurs o observa e se aproxima dele.
CONDWIRAMURS: – Meu amigo muito amado, tu nos livraste do poderoso inimigo, trazendo felicidade a todo o reino. Em meu coração plantaste a semente do mais puro amor, devolvendo-me a alegria de viver. Nosso casamento foi uma bênção de Deus. Apesar disso, doce amigo, vejo que agora tens a alma inquieta e o olhar distante… Não te sentes feliz?
PARSIFAL: – Não poderia mentir, minha amiga, pois consegues ler diretamente em minha alma. Meu amor por ti é infinito. No entanto, penso agora em minha querida mãe, que nunca mais vi. Será que ela ainda vive? Desejo tanto saber…
CONDWIRAMURS: – Se estás assim ansioso, deves partir para saber dela. Eu esperarei, mesmo que meu coração sofra com tua ausência.
PARSIFAL: – Não te entristeças, doce amiga, eu voltarei, esteja minha mãe viva ou não. Que Deus nos ajude. Devo mesmo partir.
CONDWIRAMURS: – Adeus, meu amado. Vai em paz, com a graça do Senhor.
(Eles se aproximam um do outro e se abraçam. Parsifal vai saindo. Condwiramurs e as outras damas do castelo, ou um coro, cantam a Canção da Partida do Amado, acenando com lenços brancos.)
CONDWIRAMURS e DAMAS DO CASTELO (cantam):
“Vai partir o meu amado
levando meu pensamento,
deixando meu sentimento
preso no peito, calado.
Vai partir o meu amado
sem receio do perigo.
Quer rever o mundo antigo
onde mora seu passado.
Vai partir o meu amado.
Que leve minha lembrança
e deixe aqui a esperança
de um dia estar ao meu lado.” (no fim da música, saem todos.)
escena 5
Um lago. Iluminação azulada em tudo. Em meio à vaga luz, um pescador sentado à beira d’água lança a linha de pesca. Parsifal avança com dificuldade naquela penumbra, mas acaba enxergando o pescador na névoa.
PARSIFAL (ao pescador): – Senhor, este lago é profundo, e eu preciso atravessá-lo para ir ao encontro de minha mãe. Podes me dizer se há um ponto por onde se passe em segurança?
PESCADOR: – Irmão, tanto quanto sei, por esta região não há nada: nem ponte, nem barca. Não há como atravessar.
PARSIFAL: – Então, em nome de Deus, onde encontrarei alojamento para esta noite?
PESCADOR: – Bem, acho que é possível acolher-te em minha própria casa. O caminho é difícil e arriscado, porque beira um abismo. Segue por aquela fenda na rocha e firma bem os pés no chão. Lá no alto avistarás um vale e a minha casa.
PARSIFAL: – Deus te proteja, irmão das águas, e te recompense em dobro. Vou agora mesmo para lá.
(Parsifal se põe a caminho. O pescador desaparece nas sombras que se adensam cada vez mais.)
PARSIFAL: – Não se avista uma só casa em canto algum!… Pescador!… Pescador!… Aonde me conduziste? Pescador!…
VOZ (pode ser a voz do pajem): – Quem vem lá?
PARSIFAL: – Um cavaleiro, que pede abrigo para esta noite!…
VOZ: – Quem te enviou?
PARSIFAL: – Vim enviado pelo pescador…
VOZ: – Então sê bem-vindo! Podes entrar!
Parsifal enxerga então o castelo, pois a névoa diminui. Ele entra pelo portão, tiram-lhe a couraça e as armas, e é conduzido pelo pajem para perto do rico Rei-Pescador, Anfortas, que está recostado num divã. Percebe-se que ele sofre.
Quatro escudeiros estão de pé ao fundo.
O rei acolhe Parsifal e o faz sentar-se a seu lado. Uma donzela traz uma capa de seda verde-claro com os símbolos do castelo e a põe sobre seus ombros. Ouve-se uma música em surdina.
Um escudeiro traz uma lança branca manchada de sangue. Ele atravessa majestosamente a cena, da direita para a esquerda (ouvem-se lamentos e choros), sai e volta para entrar de novo pela esquerda e sair apressadamente pela direita.
Duas donzelas entram com luzes, precedendo a jovem que carrega um objeto misterioso sobre uma almofada verde, o Graal. Duas outras a seguem, cada uma trazendo, sobre uma pequena almofada de veludo vermelho, um cutelo de prata em forma de foice, de lua crescente.
Quando o Graal é depositado diante deles, Anfortas demonstra sentir dor.
O escudeiro entrega uma espada ao rei. Este, depois de examiná-la, tirá-la da bainha e reembainhá-la, faz presente dela a Parsifal, que a cinge e torna a se sentar. As dores de Anfortas aumentam, Parsifal faz um movimento de assombro, ameaça se levantar, luta consigo mesmo, olha para o rei, que se contorce de dor, olha para o Graal, olha ao redor de si mesmo, olha de novo para o Graal e, por fim, se obriga a ficar sentado.
O rei dá sinais de extrema dor, parecendo implorar pelo Graal e também por Parsifal, que não percebe.
O grupo das cinco damas vem retirar o Graal com o mesmo cortejo e sai.
Após sua saída, o rei torna a cair recostado, extenuado. Parsifal dá mostras de que vai levantar-se para ir até ele, mas muda de ideia e volta a seu lugar.
A luz que ilumina a cena se apaga progressivamente.
escena 6
Parsifal como que desperta. A seu lado, apenas a espada e a couraça. Todo o palco está vazio; o portão do castelo fechado. Ele se levanta, anda de um lado para o outro, procura, chama.
PARSIFAL: – Onde estão todos? E os escudeiros? E as donzelas? E o rei? Senhores, apareçam! Não há viva alma para me dizer onde estão todos? Por que fui deixado sozinho?
ESCUDEIRO-GUARDIÃO (aparece num posto alto do muro): – Cala-te, estúpido ignorante! Afasta-te daqui sem demora, pois não és digno de estar neste lugar!
PARSIFAL: – Mas… que fiz eu para te deixar tão ofendido?
ESCUDEIRO-GUARDIÃO: – Não é o que fizeste, mas o que não fizeste. Podias ter alcançado a distinção suprema, no entanto permaneceste calado. Agora podes fugir e sumir. Não és digno da luz do sol!
PARSIFAL: – Senhor!
(O escudeiro desaparece nas sombras. Parsifal olha em torno, desconsolado e aflito. Retoma suas armas, cinge-as à cintura e diz enquanto veste a couraça.)
PARSIFAL: – Segui um caminho que agora não existe mais. Ouvi vozes que também não ouço mais. Tudo é vazio e estranho. Não há luz, não há escuridão. Tenho de vagar entre a noite e o dia, sem poder confiar no que vejo, se é real ou irreal.
(Parsifal vai andando. Num plano lateral, a luz se abre sobre Sigune e o cavaleiro morto. Ela pode murmurar um lamento triste e desesperado.)
PARSIFAL: – Nobre senhora, vejo que estás sofrendo. Também sofro intensamente, mas se eu puder ajudar-te, pede o que quiseres, que eu o farei de boa vontade.
SIGUNE: – Nada podes fazer. Choro pelo meu amado, que está morto. Mas, de onde vens?
PARSIFAL: – Venho do castelo que fica cerca de uma milha daqui.
SIGUNE: – Estiveste no castelo de Anfortas, o Rei-Pescador?
PARSIFAL: – Não saberia dizer os nomes, pois não foram pronunciados. Sei que estive com um homem muito sábio e cortês.
SIGUNE: – É ele. Dizem que foi ferido em combate por uma lança enfeitiçada que ainda verte sangue, e que sua ferida nunca se fechou. Vive atormentado por uma dor sem fim. Para aliviar seu sofrimento, seus homens o transportam para que possa lavar sua ferida nas águas de um lago. Daí seu nome de Rei-Pescador.
PARSIFAL: – Pois ele me fez sentar a seu lado e me deu esta espada.
SIGUNE: – Ah, essa espada tem um segredo. Ao primeiro golpe ela mostrará tua destreza. Mas ao segundo golpe ela se quebrará. Para unir seus pedaços novamente é preciso mergulhá-los, ao primeiro raio de sol, na fonte Carnante, nos domínios do príncipe das trevas. Klingsor está sempre guardando a fonte. E agora responde: Viste a lança enfeitiçada manchada de sangue sendo conduzida pelo salão?
PARSIFAL: – Sim, e vi outras maravilhas: um cortejo magnífico de donzelas trazendo algo misterioso e extraordinário.
SIGUNE: – Por acaso quiseste saber por que o rei sofria?
PARSIFAL: – Eu nada soube, pois não fiz pergunta alguma a quem quer que fosse.
SIGUNE (indignada): – Ah, se tivesses feito a pergunta adequada, serias agora o homem mais digno e poderoso da terra. Deus tenha piedade de tua alma, agiste muito mal! Nem reconheces em mim tua prima Sigune! És mesmo um tolo, Parsifal!
PARSIFAL: – Sigune? Então és Sigune… Mas, que erro cometi, para que sejas tão dura comigo?
SIGUNE: – Poderias ter ajudado o bondoso Rei-Pescador, porém nada quiseste perguntar. Permaneceste calado diante de tantas maravilhas. Perdeste a honra e a reputação de cavaleiro. De agora em diante teu nome deve ser Parsifal, o miserável!
PARSIFAL: – Sigune!…
(Ela se volta para seu amado e continua velando por ele. A luz sobre ela se apaga. Parsifal cai de joelhos, de cabeça baixa, sem perceber quem está no palco, sob uma luz tênue. Coberta de farrapos, pés descalços, uma mulher se arrasta em prantos. Parsifal percebe-a.)
PARSIFAL: – Quem se aproxima? Quem está aí?
DUQUESA: – Uma desgraçada que se arrasta pela vida, mergulhada em tristeza…
PARSIFAL: – Posso ajudar-te, triste dama?
DUQUESA (olha-o com espanto): – Oh, meu Deus, o destino cruel outra vez! Eu te conheço! Afasta-te, afasta-te de mim!
PARSIFAL: – Estás confusa, senhora. Se já nos vimos antes, não te reconheço agora. Por que devo afastar-me de ti?
DUQUESA: – Por que? Porque já fui bela, já fui rica, tive dignidade. Não conhecia tristeza ou miséria, pois meu amado esposo, o duque de La Lande, me oferecia até o universo. Mas, um dia, um camponês tolo e grosseiro invadiu minha tenda, comeu da comida que havia, ultrajou-me com um beijo e acabou por fugir com meu anel. E esse tolo camponês eras tu!
PARSIFAL: – Não!… Eu me lembro… eu me lembro…
DUQUESA: – Envergonhado, meu próprio esposo tornou-se meu algoz e, desde esse dia, venho-me arrastando pela vida, vivendo de sobras, de restos, de trapos. Por tua culpa!
PARSIFAL: – Oh, que encontro doloroso! Se te causei amarguras, senhora, agora é o momento de reparar meu erro. Cobre-te com este manto (estende-lhe seu próprio manto).
DUQUESA (recusando): – Afasta-te! Meu esposo se aproxima! Em sua fúria é capaz de dar combate a seis homens de uma só vez e vencer a todos eles.
PARSIFAL: – Teu apelo é inútil. Esperarei por teu esposo até que tudo se esclareça e fiques livre deste sofrimento.
DUQUESA: – Irás desgraçar-me outra vez, criatura insensata!
(Neste momento a luz clareia o duque, num ponto oposto a Parsifal.)
DUQUE: – Ai de ti, que estás ao lado da dama! Prepara-te para morrer!
(Os cavaleiros iniciam um combate violento. A duquesa assiste, com angústia crescente. Depois de golpes incessantes, a espada de Parsifal se quebra, mas ele subjuga o duque, que cai, com o pedaço da espada de Parsifal apontada para seu peito.)
DUQUE: – Cavaleiro, és forte e valente. Sê nobre também e concede-me clemência. Não desejo morrer.
AMIGO: – Senhor duque de La Lande, pouparei tua vida desde que voltes a tratar tua esposa de maneira digna. Fui eu, tolo e ignorante que era, que lhe roubei o beijo e o anel. A penitência que impuseste a ela deveria ser destinada a mim.
DUQUE: – Trago o coração triste por tê-la atormentado assim. Ordena, e eu te obedeço.
PARSIFAL: – Levanta-te, duque! (ele se levanta) Cuida para que tua esposa se cure e esteja preparada para uma viagem. Em seguida, dirige-te à corte do Rei Artur, onde deverás ficar aos serviços da dama Cuneware.
DUQUE: – Cuneware? É minha irmã! Que teu desejo seja cumprido, cavaleiro.
PARSIFAL: – Nobre dama, devolvo teu anel e imploro teu perdão.
(O duque recebe o anel das mãos de Parsifal e o põe no dedo da esposa. Em seguida, cobre-a com um manto carinhosamente.)
DUQUESA: – Tuas palavras confortam meu coração. Que Deus te proteja, amigo.
(Parsifal sai por um lado, o duque e a duquesa pelo outro.)
Cena 7
Campo do Rei Artur. Parsifal vem chegando de um lado. Luz sobre ele. Música triste em surdina.
NARRADOR: – Parsifal se encontra agora, sem saber, muito próximo da corte de Artur. Distraído com a natureza, sente o frescor do ar, escuta o canto dos pássaros, acompanha com os olhos seu voo, deixando que sua beleza lhe evoque com saudade uma lembrança. Aqui, neste lugar, três gotas de sangue pingaram de algum pássaro ferido. O vermelho do sangue, escorrendo na neve branca, desenharam o rosto da amada. Condwiramurs! Sua lembrança vive nele como uma brisa leve e acolhedora… Sua imagem está diante de seus olhos… Ele está totalmente absorto. Nem ouve as festividades da corte…
(O foco diminui sobre Parsifal. Transição para uma música alegre. A corte de Artur recebe artistas saltimbancos, que irrompem apresentando acrobacias circenses para receber o senescal Kingrun, o rei Clamadeus, o duque e a duquesa de La Lande. No fim, aplausos.)
KEYE (aos artistas): – Fizestes bem vosso trabalho! Tendes permissão para vos dirigir à cozinha e comer. Podeis ir. (Os artistas saem.)
KINGRUN: – Bondoso Rei Artur, eu vos agradeço por receberdes tão generosamente a mim e a meu rei Clamadeus.
CLAMADEUS: – As palavras de meu senescal Kingrun são também as minhas. Nobre rei, podeis dispor de nossos serviços.
(O duque e a duquesa de La Lande, também presentes, adiantam-se e reverenciam Artur.)
ARTUR: – Senhores, a corte está em festa por vossa presença! Caro duque, minha rainha se alegra por ter a companhia de tua bela e gentil esposa. Bem-vindos todos vós, e estendo minha gratidão ao misterioso Cavaleiro Vermelho que vos enviou à minha corte, para servir a nobre dama Cuneware.
ESCUDEIRO: – Alerta! O cavaleiro Segramor foi ferido.
(Exclamações)
ESCUDEIRO: – Ele atacou lá fora um outro cavaleiro que, apesar de derrubá-lo, parece estar dormindo de olhos abertos.
KEYE: – Segramor é ainda inexperiente. Feitos dessa natureza cabem aos homens maduros.
ESCUDEIRO: – O cavaleiro desconhecido aguarda lá fora, em atitude de desafio.
KEYE: – Senhor rei, peço vossa permissão para castigar a ousadia desse cavaleiro.
ARTUR: – Podes ir, senescal. Que teus braços sejam fortes para o combate. Deus te proteja!
(A luz diminui sobre a corte e ilumina os dois narradores.)
NARRADOR 1: – Três gotas de sangue na neve, e o homem apaixonado mergulha na lembrança da esposa…
NARRADOR 2: – Ele nem percebe o cavaleiro Segramor, que o enfrenta; mas vence-o assim mesmo.
NARRADOR 1: – O segundo cavaleiro, o arrogante senescal Keye, o provoca. O homem apaixonado mais uma vez combate sem desejar, e o senescal vai ao chão, ferido.
NARRADOR 2: – Enfim, o terceiro cavaleiro, Galvão, que também já sentiu o que é o amor, se aproxima de Parsifal e o conduz até o grupo de Artur.
(A luz sai dos narradores e ilumina de novo a corte. Galvão traz Parsifal. Cuneware se dirige a ele.)
CUNEWARE: – Alegro-me por ver quem és. Tu me honraste com tantos cavaleiros e me vingaste de forma exemplar ao enfrentar aquele que tanto me humilhou.
PARSIFAL: – Sinto-me feliz por isso, senhora.
ARTUR: – Nobre cavaleiro, todos cantam tua glória. Mas quero saber por qual nome devo chamar-te.
PARSIFAL: – Meu nome é Parsifal, senhor. Agradeço vossas gentis palavras.
ARTUR: – A corte estava em festa, e agora ainda mais, por tua presença. Sê bem-vindo, Parsifal!
(Música. Alguns pares de damas e cavaleiros dançam. Parsifal, ao lado de Artur, assiste com satisfação. De repente, há sons estridentes, a música e o movimento diminuem e aparece a feiticeira Cundrie, arrastando-se, nariz como um focinho de cão, dois dentes de javali e orelhas de urso. Na mão, um açoite de várias correias presas a um pau enfeitado com um rubi. O Bobo vai gracejar com ela, e ela o espanta. Durante sua fala, a corte aos poucos vai sumindo nas sombras. No fim, resta apenas Parsifal.)
CUNDRIE: – Eu vos saúdo Artur, ó filho de Utepandragun! Saúdo vossa Rainha e todos os nobres cavaleiros e gentis damas. Aqui estariam reunidos os mais renomados fidalgos com dignidade e honra, se entre eles não estivesse um homem indigno! O renome da Távola Redonda foi comprometido no momento em que nela foi admitido o senhor Parsifal, que apenas parece ser um cavaleiro, mas não é. Ah, Parsifal, maldito seja quem te desejar algum bem! Estiveste em casa do Rei-Pescador, viste seu sofrimento e não tiveste compaixão? Viste a lança que sangra. Seria tão custoso abrir tua boca e perguntar a razão desse sangue? Viste o Graal! Viste o Graal e permaneceste mudo, quando a pergunta deveria ser feita. Terias livrado o Rei-Pescador de seu terrível sofrimento. Se tivesses formulado a pergunta, seria grande tua recompensa. Tua presença agora faz com que as alegrias pereçam e as calamidades floresçam, ó abominável Parsifal!
(Cundrie se afasta. Parsifal se vê sozinho.)
PARSIFAL: – Vou-me embora, não sou digno de permanecer aqui. Não me pouparei, não dormirei duas noites no mesmo pouso, não haverá passo arriscado que eu não tente atravessar, até que possa ajudar o rei que padece no castelo do Graal. Este é meu firme propósito e nele pretendo persistir pelo resto de minha vida. (ele sai.)
ROGAR A
Luz sobre os Narradores.
NARRADOR 1: – Atentai, senhores! Diz a história que Parsifal passou cinco anos em grandes aventuras, sem temer os combates mais terríveis. Porém…
NARRADOR 2: – Porém… para ele a vida perdera os atrativos. Morria de saudades de Condwiramurs, mas sentia que primeiro tinha de reencontrar o Graal e o Rei-Pescador.
NARRADOR 1: – E, em sua amargura, ele pensava que antes servia a alguém chamado Deus, mas que Este o havia desamparado…
NARRADOR 2: – Oh, Senhor Deus, perdoai esses tristes pensamentos que ocorrem a Parsifal! (os narradores saem)
TERCEIRO ATO
Escena 1
O centro do palco se ilumina. Parsifal está abatido.
PARSIFAL: – Estou imerso em tristeza, e minha dor é mais profunda que o mar. Venho errando por todos os caminhos, como um cego, perdido…
(A lateral do palco se ilumina. Vê-se uma grade de ferro fincada na rocha; atrás dela, Sigune. Parsifal se vira em direção a essa luz.)
PARSIFAL: – Há alguém aí?…
SIGUNE: – Sim…
PARSIFAL (se aproxima): – Senhora, vives aqui sozinha?
SIGUNE: – Sim, Cundrie me traz tudo de que preciso, e o túmulo de meu amado é aqui do meu lado.
PARSIFAL: – Por acaso não és Sigune?
SIGUNE: – Sim, e tu és Parsifal. Prossegues em tua busca?
PARSIFAL: – Como um insensato, perdido de mim mesmo.
SIGUNE: – Não te censuro mais. Se sofres dessa maneira, é em razão de teus próprios atos. As rédeas de tua vida se encontram em tuas mãos.
PARSIFAL: – Fui um ignorante, eu sei. Agora devo reconquistar aquilo que minha imaturidade deixou morrer no nascedouro.
SIGUNE: – Sinto que estás próximo da porta na qual queres bater. Que te ajude Aquele que conhece todas as necessidades. Talvez venhas a descobrir finalmente o caminho que conduz ao Graal.
(Durante a última fala, começa um cântico religioso ao fundo. Um cortejo passa: um homem e três mulheres vestidos com túnicas grosseiras. Quando avistam Parsifal, param de cantar.)
PAI, MÃE e DUAS FILHAS (cantam, talvez com coro por trás):
“Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis. (bis)
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem.”
FILHA 1: – Caro amigo, acaso não és cristão? Não acreditas em Jesus Cristo?
PARSIFAL: – Gentil donzela, no estado em que me encontro, sei que não causo boa impressão…
FILHA 2: – Ages mal, senhor. No dia de hoje não deverias andar armado!
PARSIFAL: – Donzelas, aceito vossas censuras, mas poderíeis dizer-me ao menos que ano é este?… Qual é o mês que vai passando?… Que dia é hoje?…
MÃE: – Filhas, deixai-o em paz. O homem traz o pensamento confuso.
PARSIFAL: – Não! Não sou um louco andarilho… Diante de vossos olhos existe apenas um pecador, um homem vazio de fé e de esperança!
PAI (depois de algum tempo): – Filho, hoje é sexta-feira santa. Foi num dia como este que Deus entregou seu próprio Filho em sacrifício dos homens…
PARSIFAL: – Eu não duvidava disso, senhor, mas Ele me desamparou.
FILHA 1: – Pai, o coração deste cavaleiro está tão frio quanto seu corpo!
MÃE: – Dá-lhe um manto para que ele se aqueça… (uma das filhas se aproxima e cobre-o com um manto)
PARSIFAL: – Obrigado, boa senhora. Poderíeis dizer-me de onde vindes?
PAI: – Viemos da ermida de Trevrizent (aponta), não muito longe daqui. É um homem muito santo, que vive sozinho na floresta. Sabe muitas coisas acerca de Deus…
PARSIFAL: – Gostaria de avistar-me com esse homem…
FILHA 2: – Segue reto por este caminho, não existe outro que te possa confundir. E que Deus ilumine tua jornada!
(O pequeno cortejo retoma a cantoria, enquanto Parsifal permanece imóvel, envolto no manto que lhe deram. A música fica cada vez mais distante.)
escena 2
Caminho por onde segue Parsifal. Da entrada de uma gruta, sai Trevrizent, que avista Parsifal e o interpela.
TREVRIZENT: – Ai de ti! O que te levou a desrespeitar este santo dia de guarda? Devias estar desarmado…
PARSIFAL: – Senhor, sou apenas um pobre pecador em busca de conselho, e que traz consigo apenas uma espada em pedaços… (mostra os três pedaços) És o homem santo de que me falaram os peregrinos?
TREVRIZENT: – Sou apenas um homem que vive para Deus. E tu, quem és?
PARSIFAL: – Sou um filho leviano e ingrato que abandonou a casa da mãe viúva, deixando-a desamparada, entregue à dor e à solidão. Se isso não lhe parecer o bastante, confesso que abandonei também minha amada esposa, e hoje não sei dizer se ela está alegre ou triste, viva ou morta…
TREVRIZENT: – Tens fortes razões para lamentos. No entanto, não é bom lamentar-se em demasia.
PARSIFAL: – Por um ato impensado que cometi, uma nobre dama foi obrigada a se arrastar penosamente atrás de seu amado esposo, vestindo farrapos, com os pés sangrando… Sou um grande pecador!
TREVRIZENT: – Não há erro irreparável, meu triste amigo. Pede perdão a Deus!
PARSIFAL: – Deus? Meu senhor, sou enjeitado pela sorte e, por isso, me afastei de Deus, pois Ele me negou seu apoio.
TREVRIZENT: – Queres pôr em Deus a culpa de todos os teus males, quando a causa provém de ti mesmo. Deus é bondade e amor.
PARSIFAL: – Se Ele é bondade, como se explica a origem do Mal?
TREVRIZENT: – Queres resposta a um mistério profundo. O mundo é bom, mas é feito de luz e trevas. Abrigamos dentro de nós os opostos de tudo: o sofrimento e a alegria; a dúvida e a fé, o erro e a verdade. Mesmo o amor, que a tudo envolve, tem em si reunidos o ódio e a bondade.
PARSIFAL: – Vossas palavras esclarecem e aliviam. Sinto crescer em mim uma alegria que eu não tinha mais. Posso confessar-vos ainda que sinto saudades de minha esposa e o desejo de conquistar o Graal.
TREVRIZENT: – São justas as aflições pela lembrança de tua esposa. Confia que brevemente estareis juntos outra vez. Quanto a encontrar o Graal, este privilégio é reservado apenas aos que são escolhidos para essa missão. O cavaleiro chamado Anfortas, que vem a ser meu irmão, é o rei do Graal. Foi um dia ferido em combate, e sua ferida não se fecha mais, devido à magia do feiticeiro Klingsor. A dor é intensa, e no próprio Graal apareceu uma inscrição sobre um cavaleiro que iria lá e, se ele perguntasse sobre o sofrimento do rei, toda a sua dor terminaria. Mas tal cavaleiro, apesar de ser puro, era um tolo e nada perguntou.
PARSIFAL: – Fui eu, senhor, fui eu esse tolo. Oh, quanto sofrimento eu poderia ter evitado.
TREVRIZENT: – Como te chamas?
PARSIFAL: – Parsifal, senhor.
TREVRIZENT: – Que Deus te perdoe e proteja! Tu és meu sobrinho, filho de minha irmã, que morreu quando partiste.
PARSIFAL: – Morreu quando eu parti? Oh, minha querida mãe… (lamenta-se ou chora)
(…)
TREVRIZENT: – Não te lamentes mais. Tens a alma limpa, agora. És apenas Parsifal e agora sabes o que deves fazer.
PARSIFAL: – Tio, eu hoje recomeço.
(Os dois saem. Música.)
escena 3
Fonte de Carnante. Ninfas envoltas em véus de diversas cores bailam, pulam e rodopiam, rindo em torno da fonte. De repente, silenciam e se escondem entre os arbustos ao verem Parsifal se aproximando.
PARSIFAL: – Ah, bom Deus, eu vos agradeço. Finalmente, esta é a fonte de Carnante. Vou deixar os pedaços da espada na beirada. Ao primeiro raio de sol, devo mergulhá-los nela, e a espada vai estar inteira!
NINFA 1: – Terás que aguardar um bom tempo, até o nascer do sol.
PARSIFAL: – Quem está aí?
NINFA 2: – O belo cavaleiro quer chegar às águas da fonte?
PARSIFAL: – Quem sois? Mostrai vossos rostos.
NINFA 3 (saem todas do esconderijo): – Somos as damas da fonte.
NINFA 4: – Somos as gotas de água da fonte. (movimentam-se em torno de Parsifal)
PARSIFAL: – Zombais de mim? Quem sois, afinal?
NINFA 1: – Somos a tarde te envolvendo.
NINFA 2: – Somos a Mãe, o berço para tuas dores…
PARSIFAL: – Sinto meu corpo pesado… (ajoelha-se)
NINFA 3: – Eu sou o crepúsculo que chega…
NINFA 4: – Eu sou a esposa, o amor…
PARSIFAL (quase desfalecendo, ergue-se e se recupera): – Não! Não és Condwiramurs! Que a luz do Senhor me proteja!
NINFA 1: – O encanto está desfeito!
NINFA 2: – A espada! A espada! (correm para pegar a espada)
(Uma personagem aparece subitamente. Em seu manto vê-se o símbolo do Graal. Quando descobre a cabeça, revela-se Cundrie. Um raio de luz atinge a fonte.)
CUNDRIE: – É o primeiro raio de luz do novo dia.
As ninfas, alvoroçadas, que tinham pegado os pedaços da espada na beira da fonte, deixam cair tudo e fogem. Parsifal, rapidamente, recolhe os pedaços da espada, mergulha-os na fonte, e lentamente a retira, inteira e nova. A luz sobre a fonte aumenta. Cundrie, livre de suas feições horrendas, revela-se uma bela mulher.)
CUNDRIE: – Parsifal! Tu me deste de novo a face humana. Salve, ó nobre Parsifal! Já lemos os sinais de que serás o novo soberano do Graal. Junto a ti logo estarão Condwiramurs e teus dois filhos, que nasceram na tua ausência. Agora, toma teu coração nas mãos e alegra-te! As portas do Castelo do Graal estão muito próximas! Vem!
escena 4
Castelo do Graal. Névoa que só desaparece após a cura de Anfortas. O rei Anfortas sofre e geme em seu catre. O lamento entoado por todos é dramático. Parsifal entra lentamente, conduzido por Cundrie.Todos do cortejo do Graal estão ali perto. Há uma melodia lamentosa que vai sumindo.
CUNDRIE: – Eu trago até vós aquele que falhou conosco uma vez.
PARSIFAL (exclama em voz alta, ajoelhando-se): – Socorre-nos Ser uno e triplo! – Tio, do que padeces?
(Instantaneamente, Anfortas para de se torcer de dor e se levanta lentamente. Sem névoa, muda a iluminação.)
ANFORTAS: – Estou curado! Nobre Parsifal, não poderia esperar outra coisa de ti. Que felicidade trazeis a todos nós! Ergue-te, Parsifal! És o novo rei do Graal!
CORO de todos os acompanhantes do Graal:
– As comportas do céu estão de novo abertas.
O Espírito, enfim, sua graça ele oferta
a quem busca o caminho de alma livre e sã.
Pensai por vós mesmos, mas com audácia pura,
de coração sereno ao buscar a aventura.
Lutai firme, mas sem vanglória. É a lei do Graal.
Rendei graças aos céus e honrai Parsifal!
(A luz recai de um lado sobre Sigune, morta junto ao túmulo do esposo. Parsifal vem até um canto do palco, reencontra Condwiramurs com um pequeno cortejo e a conduz até o grupo do Castelo, dizendo)
PARSIFAL: – Trago para junto de vós aquela a quem dei meu amor. Eis Condwiramurs, vossa Rainha.
Entram na frente os dois narradores e falam enquanto a cena se desenrola em silêncio.
NARRADOR 1: – Cundrie mandou buscar Condwiramurs com seus dois filhos.
NARRADOR 2: – Que grande consolo para Parsifal depois de tanto tempo.
NARRADOR 1: – Ele faz de sua esposa a rainha do Graal…
NARRADOR 2: – Será sonho ou verdade o que se passou? O que nos interessa é a voz que impele a todos e que vem do fundo das idades.
NARRADOR 1: – Isto que aconteceu… foi no tempo em que as matas reverdecem, as árvores florescem e os pássaros cantam docemente…
NARRADOR 2: – Escutai… Na Gasta Floresta Solitária, o filho da viúva levantou-se…
FINAL
Sobre a escolha e envio da peça
Para escolher uma peça com objetivo pedagógico, estude bem que tipo de vivência seria mais importante para fortalecer o amadurecimento de seus alunos. Será um drama ou uma comédia, por exemplo. No caso de um musical, é importante que a classe seja musical, que a maioria dos alunos toquem instrumentos e/ou cantem. Analise também o número de personagens da peça para ver se é adequado ao número de alunos.
Enviamos o texto completo em PDF de uma peça gratuitamente, para escolas Waldorf e escolas públicas, assim como as respectivas partituras musicais, se houver. Acima disso, cobramos uma colaboração de R$ 50,00 por peça. Para outras instituições condições a combinar.
A escola deve solicitar pelo email [email protected], informando o nome da instituição, endereço completo, dados para contato e nome do responsável pelo trabalho.